Por Juan Ordóñez

Dentro de cada ser humano existe algo que nos sustenta, nos mantiene vivos y nos empuja hacia adelante. Nacemos con una voluntad para sobrevivir, para mejorar sin importar lo que pase, para ser más felices y para volver a sentirnos bien. Ariane de Bonvoisin llama a esto el “músculo del cambio” y lo define como la fuerza que se encuentra en nuestro ADN y que se crea a partir de todos los cambios por los que hemos pasado. Si te has olvidado de tu “músculo del cambio” o aún no lo reconoces, hoy es un buen día para empezar.

En la mayoría de las ocasiones el cambio real no es el verdadero problema; así que en vez de enfocarnos en eso, nos sentimos frustrados cuando no podemos darle sentido a nuestra nueva situación, nos impacientamos y buscamos claridad, obstaculizando al proceso natural de cambio. Nuestro “músculo del cambio” está ahí para ayudar a adaptarnos, todos tenemos esta habilidad. Pero cuando experimentamos cambios tendemos a olvidar qué tan poderosos somos, dejando atrás la fuente de nuestro verdadero valor, nuestras fortalezas, talentos y dones, nuestra intuición. Cuando ejercitas tu “músculo del cambio” accedes a estos recursos.

Como cualquier músculo, el “músculo del cambio” se fortalece a través del uso constante. Cada ves que te enfrentas a un cambio y pasas por él, estás activando esta parte de ti mismo. Mientras más reconozcas este músculo y lo uses, recordándote que tienes el poder de superar cualquier cosa, más se fortalecerá y te ayudará.

Tu “músculo del cambio” ha estado siempre presente, pero a veces necesitas activarlo. Los siguientes pasos te ayudaran a realizarlo:

Tu “músculo del cambio” se fortalece cuando:

  • Te mantienes físicamente saludable, activo(a) y en forma.
  • Comes bien.
  • Mantienes el optimismo y la esperanza y te enfocas en las cosas positivas.
  • Siempre aprendes cosas nuevas.
  • Te vuelves consciente de tu sistema de creencias.
  • Perdonas.
  • Eres agradecido(a) y honesto(a).
  • Crees en ti y en la determinación de la vida para traerte cosas buenas.
  • Atraviesas dolor o pérdida relacionados con el cambio y lo liberas llorando, escribiendo, desahogándote, asistiendo a terapia y/o cualquier método que te ayude a soltar y dejar ir.
  • Tomas decisiones firmes, permaneciendo enfocado(a) y claro(a).
  • Crees que un poder superior te está otorgando más fortaleza de la que puedes acceder.
  • Estás presente y aceptas el cambio al reconocer lo que ha ocurrido y los pasos que necesitas tomar para seguir adelante.

Tu “músculo del cambio” se debilita cuando:

  • Te sientes abrumado(a) por los demonios del cambio: miedo, el deseo de culpar a otros, vergüenza, duda, culpabilidad, impaciencia, coraje, etc.
  • Te auto criticas y creas una separación inmediata de tu fuente interna de fortaleza.
  • Tienes la mente cerrada.
  • Te niegas a confiar que algo bueno saldrá de este cambio.
  • Te comparas con otra gente.
  • Te comportas de acuerdo con lo que los demás esperan de ti, sin activar tu poder personal y tu libre albedrío.
  • Te aíslas de fuentes de ayuda y de apoyo.
  • Sucumbes a la necesidad por saber qué sigue forzando así las respuestas.
  • No confías en tu intuición.
  • Eres una víctima, no te haces responsable de las acciones en tu vida.
  • Insistes en tener siempre la razón en vez de escuchar lo que la vida te está diciendo.
  • Te aíslas de tu ser superior.
  • Gastas mucha energía en vivir del pasado o imaginar futuros escenarios negativos.

Recuerda que el pedir ayuda es una forma de humildad y nos pone en el umbral de la recuperación al aceptar que no tenemos porqué tener respuestas para todo. Las terapias complementarias son excelente opción para ayudar en tu proceso de refortalecimiento de tu “músculo del cambio”. Los consejos anteriores han dado excelentes resultados en la vida de muchas personas, no tienes nada que perder y mucho que ganar. Lo peor que puede pasar es que te hagas más fuerte y esa es la razón de los cambios en nuestra vida, no nos caemos por tontos, sino para aprender a levantarnos, y al estar de pie nuevamente, darnos cuenta con orgullo que hemos crecido, que la vida no es un valle de lágrimas, sino un hermoso valle donde los frutos los tomas del árbol cuando estás de pie y no los recoges del piso cuando estás caído.

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