Por Juan Ordóñez
Cuando hablamos de gracia, no podemos evitar pensar en buen humor, pues utilizamos la palabra como “sinónimo” de chistoso. En un sentido profundo, más espiritual, la gracia es la acción de Dios mostrándonos el camino hacia él.
Es en ese estado de gracia donde nos sentimos conectados con Dios, con todo lo que existe. La gracia elimina los obstáculos que ni siquiera sabías que estaban obstruyendo, la gracia organiza tu vida y la gracia te obliga a mirar hacia adentro. Una de las formas más fáciles para acceder a este estado de gracia es cantando, pues cantar es una oportunidad para mirar hacia adentro y expresar, a través de la melodía, el éxtasis oculto que subyace a la experiencia cotidiana.
Sin el conocimiento de muchos, la gente anhela ser absorbida en el mundo sagrado de la vibración, la reverencia y el amor. Cantar nos pone en contacto con el bienestar interior, esa parte de nuestro ser que es feliz. Ya que esa misma felicidad le da voz a nuestro anhelo por lo sagrado.
Efectivamente cantar casi cualquier canción te debe de generar un sentido de bienestar, pero estarás de acuerdo que cantar canciones que te evoquen recuerdos tristes no te llevará a ningún estado de gracia. Salvo al de “Gracia-s por participar”.
En su forma más pura, casi todas las religiones y/o filosofías, inspiran y limitan sus cantos a repetir los nombres de Dios, pero el carácter común de cualquier método es la repetición interminable de las palabras, una repetición diseñada para calmar la mente y la respiración. En un reciente estudio, realizado por el “Centro de investigación y prevención del Alzheimer”, en Tucson, Arizona, los investigadores encontraron que los canticos, aumentaron el flujo de sangre al cerebro, mejoraron la memoria y la función cerebral. Otros estudios sugieren que los canticos crean un estado de ánimo similar al de la meditación profunda, y obviamente incluye sus beneficios como la disminución del estrés, la ansiedad y la depresión.
Cuando cantas de esta manera, es el equivalente a reprogramar tu cerebro con un nuevo código, un código asociado con la felicidad y el pensamiento positivo. Excelentes resultados por una hora rockeando con la divinidad, ¿no crees?
En una sociedad donde el entendimiento y comprensión del misticismo multidimensional de la voz humana ha sido minimizado por la tecnología y la celebridad, los canticos nos revelan sin duda alguna la capacidad de transmitir presencia, la capacidad de estar, de estar sin sufrir, sin quejarse, sin malestar, simplemente estar con Dios.
Mientras que la práctica de la meditación puede tardar años en dar frutos, cantar ofrece goce inmediato, y el goce es el secreto a la vista, es la gracia.
La música es un atajo a la gracia, porque la mayoría de la gente rara vez se sienta en silencio. Cuando nos unimos para cantar, todos sintonizados, respirando al mismo ritmo, sintiendo lo mismo, viviendo lo mismo, realmente unidos en el aquí y ahora, un sentimiento de paz se apodera de ti y es ahí donde te encuentras en gracia. Donde tocas el cielo, como tú lo concibas.
No es secreto que mi música favorita es el rock y que formo parte de una banda rockera de una escuela local, cada fin de semestre hay una presentación del avance y en el último concierto estuvo presente, sin yo invitarle y para mi sorpresa, una persona que considero figura de autoridad en temas espirituales, no nada más en México sino en el mundo entero, omito su nombre por obvias razones. Al término del evento, se acercó a mí y lo primero que pensé fue “chin, que pena ya me vio” y seguro lo leyó en mi cara pues me dijo, “No menosprecies lo que haces. La gente cantó con ustedes y abrió su corazón, puede ser la única vez en sus vidas que esto suceda”, y como todos los grandes maestros, me sonrió y se retiró.
Las asociaciones, alineaciones, respiración, vibración y la intención de todos, convergen en los ritmos y melodías, sin pasar por el desorden de la mente y así permitir el acceso directo al momento presente. No hay que pensar en ello, simplemente ocurre. El poder de la práctica está en el hacerlo. Cantar es un lenguaje universal que trasciende todas las culturas y las religiones y nos lleva al estado de gracia, de regreso a casa con Dios en vida, en el momento presente. ¿Quieres una mejor razón para cantar?