Por Juan Ordóñez
Desde el momento en que nos enteramos que vamos a ser padres nuestras vidas cambian, nos ponemos muy nerviosos al pensar en el futuro delante de nosotros y la responsabilidad que representa el criar y educar a un nuevo ser, ya no hablemos de alimentarlo y vestirlo.
Nos la pasamos haciendo planes y nuestras cabezas se vuelven locas con tantas cosas, pero al momento de verlos por primera vez, el mundo se detiene y la vida cobra un nuevo sentido que nos lleva a movernos con mucho mayor fuerza para apoyar ese pequeño ser que ahora sostenemos en nuestras manos, sin tener la más mínima idea de cómo hacerlo. Los que tenemos la suerte de ser padres y recordamos ese momento, siempre nos llenamos de emoción, que intensidad, ¿verdad?
Sin importar nivel económico, educación, religión o lo que sea, debemos de aceptar que por nuestra mente pasan todas las cosas que de alguna manera no hicimos y nos encantaría que nuestros hijos hicieran, tener los juguetes más novedosos, la mejor ropa, asistir a una mejor escuela, etc. Sin saber que bajo esta premisa lo único que hacemos es proyectar en ellos nuestras frustraciones más profundas.
Debemos de entender que este nuevo ser tiene su vida propia y que no es la nuestra la que está en juego, que debe de cometer sus propios errores para aprender, pues no los va a aprender a través de los nuestros, que si yo lo levanto cuando se cae o evito que caiga, no le estoy haciendo ningún favor. Apoyar no es lo mismo que” hacerlo por…” Y ahí nos vemos haciéndoles la tarea y/o desarrollándoles los proyectos escolares para que salga bien, y la pregunta sería, ¿que salga bien quién? Pues si somos bien honestos, al hacerles la chamba los que buscamos quedar bien somos nosotros y es ahí cuando queremos vivir la vida a través de nuestros hijos, convirtiéndolos en una versión diminuta y “mejorada” de nosotros.
Esta acción, los sobrecarga de responsabilidades que no les concierne y aparte ni entienden, los hace rebeldes, desobligados y súper confundidos, pues la señal es clara, “vives la vida por mí, no para ti”.
Todos lo hemos hecho, no se sientan mal. Vivir la vida a través de nuestros hijos no es la clave, la clave es ver la vida a través de sus ojos, cosa que es muy diferente, pues al verla a través de sus ojos los dejamos ser y compartimos sus experiencias, desde sus posición, desde su corazón y desde su espíritu y ahí, ahí nos volvemos a unir, entonces sí, viviendo la misma experiencia.
Mirarnos en los ojos de alguien es fundamental, pues es reconocer nuestra divinidad plena, es saber que ese ser frente a mi es una extensión de Dios y de mi mismo, para apoyar mi crecimiento y ser una mejor persona.
“Namasté”, se saludan los hindúes, tibetanos, y pobladores de Asia del sur cuando se encuentran, y quiere decir “Yo honro el lugar dentro de ti donde el Universo entero reside. Yo honro el lugar dentro de ti de amor y luz, de verdad, y paz. Yo honro el lugar dentro de ti donde cuando tú estás en ese punto tuyo, y yo estoy en ese punto mío, somos sólo Uno”.
Eso fue lo que sucedió cuando por primera vez sostuviste a tu hijo(a) en tus brazos, te miraste en sus ojos, te miraste en sus ojos y volviste a creer, pues pudiste ver a tu ser, tu ser propio y verdadero a través de sus ojitos.
No vivas la vida a través de tus hijos, vela a través de sus ojos y notarás la diferencia, tendrás hijos responsables y cómodos con su entorno, buscando su propio camino, no completando el tuyo.
En mi caso particular, siempre he soñado con poder llevar a mi hija a Europa y caminar por esos hermosos lugares tomados de la mano, el designio de Dios y diseño de vida personal de mi hija, la lleva a realizar este viaje sin mí, pero en vez de entristecerme, me llena de alegría pues desde el día en que nació y me miré en sus ojos, hice el compromiso con ella y con Dios de dejarla caminar su propio camino, y así, a través de sus ojos, participaré de esa experiencia maravillosa y desde aquí, esperaré orgulloso su regreso. Mañana cumpliré mi sueño, hoy, ella está viviendo el suyo.
“God speed” hija mía. Namasté.
Que manera tan maravillosa de ver lo que realmente es nuestra misión como padres,que importante que todos comprendiéramos de esta manera la maternidad-paternidad.Estoy segura que el mundo seria diferente si todos aplicamos esto.Gracias